Cuando los jefes de estación y el personal de los apeaderos estaban al frente en sus puestos de trabajo, los clásicos relojes de las estaciones de tren siempre marcaban las horas exactas y, por supuesto, siempre estaban en funcionamiento. Incluso había personas en los pueblos que bajaban a la estación de tren para poner en hora sus relojes, porque era bien conocida la exactitud de los mismos.
A medida que las compañías iban retirando personal, eso cambió. La primera señal era el reloj. Si el reloj empezaba a marcar mal las horas, o incluso estaba parado, era una clara señal de que algo malo estaba pasando. Era el primer síntoma de abandono. Y tras el reloj venía todo lo demás: ya nadie se fiaba de los relojes de las estaciones y apeaderos, cada uno señalaba una hora diferente dando a entender el momento justo del inicio del fin.
De un jefe de estación por apeadero se pasó a uno por cada cuatro estaciones. A uno por cada diez. A uno por cada determinado número de habitantes y según lo importante que fuera la mencionada parada. Y las pequeñas estaciones de trenes fueron cayendo en el olvido. Al abandono del reloj sucedió el abandono del mobiliario, de los asientos. Incluso de la propia estación. Muchas se caían a pedazos y acabaron prohibiéndoles el paso a los viajeros, de modo que para esperar al tren había que hacerlo en el exterior, en bancos prefabricados y bajo una marquesina. El abandono de los relojes supuso la clara señal del abandono de todo lo demás que vendría después. El presagio de la desidia.
He hecho esta introducción porque esto mismo es con lo que me encontré ayer, aunque referente a otro servicio público: la sanidad. Todos sabemos que la situación del sistema público de salud en algunas comunidades es desesperada, pero yo no creía que llegaba a tales extremos. Ayer, mientras estaba en la sala de espera, una señora comentó algo que le había llamado la atención: todos los relojes de las salas estaban detenidos. Y la señora hizo esta acertada observación: "cuando no tienen ni para ponerle la pila a un reloj, qué se puede esperar". No entiendo cómo un servicio de salud no puede ponerle ni pilas a un reloj. Claro que tampoco entiendo la manía de constructores y diseñadores en ponerles a las salas de espera relojes analógicos, sabiendo que si instalaran relojes digitales consumirían muchísimo menos energía con el consiguiente ahorro monetario, algo muy importante cuando tienes que llenar de relojes las diferentes salas de un consultorio de salud.
Y es que cuando se empieza por darle la espalda a los relojes, que es el primer nivel básico de servicio e información que recibe el paciente al llegar, si hasta ese extremo mínimo no les importa, ya se puede esperar cualquier cosa.
Al salir bajé a información y donde dan las citas ya no facilitan un ticket con el día y la hora. Ahora tienen un bolígrafo y al lado una suerte de pequeños papeles recortados en trozos para que cada uno anote por sí mismo -si quiere- la hora de su cita. Pero ahí no se acaba todo. Pedí los documentos para gestionar el llamado "testamento vital", y me dijeron que no los tenían ni podían imprimirlos. Pensando que era algo puntual, decidí acudir a otro centro de salud de la ciudad. Una de las funcionarias me informó de que no podían facilitármelos porque no tenían conexión a Internet. Al final tuve que descargarlos yo mismo en un pendrive, llevarlo a un copistería, e imprimirlos por mí mismo.
Así que me he dado cuenta que se vuelve a cumplir la máxima de las estaciones de tren. Que cuando se abandonan los relojes, todo lo demás viene detrás. A ver si alguien de la Administración se da cuenta que tener un reloj que funcione y dé la hora exacta en una sala de espera no es ni mucho menos un lujo, sino un servicio público. ¿O tendrá también que lanzar Apple relojes murales a precio de oro para que se pongan de moda y vayan todas las administraciones a comprarlos como locos, de la misma forma que compran para los políticos iPhones e iPads? Sí, al final va a tener que ser esa la solución.
| Redacción: Relojes Digitales
En España se han estado atando los perros con longanizas durante los ultinos 15 años y ahora nos exigen esfuerzos a los de siempre.
ResponderEliminarEn la administración publica sobran los llamados "puestos eventuales" que son cargos de confianza de los de 90.000€ al año y que estan colocados ahí sin saber de nada. Pero nada de nada. No conocen ni los tres primetos artiulos de la Constitucion y se nota.
En fin...100% acertado, el artículo